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Día de la flor nacional

Día de la flor nacional

Hoy 22 de noviembre es el día de nuestra flor nacional. Fue declarada flor nacional por decreto del Poder Ejecutivo Nacional en diciembre de 1942.

La flor del ceibo, también llamado seíbo o bucaré, y conocido en la región de América del Sur como “árbol del coral”, fue declarada flor nacional por decreto del Poder Ejecutivo Nacional en diciembre de 1942.

El ceibo es un árbol originario de América: se lo encuentra en la Argentina, en Uruguay (donde también es flor nacional), en el Brasil y en Paraguay; siempre cerca de cursos de agua como el Paraná y el Río de la Plata. Perteneciente a la familia del poroto, es de tronco bajo y copa amplia y da una flor rojiza científicamente denominada Erythrina crista-galli (“roja cresta de gallo”).

Leyenda

Esta vez no vamos a contar la historia de la princesa más hermosa, sino la de la más valiente. Así era la indiecita Anahí, pero nadie lo sabía porque no era necesario saberlo. Los guaraníes vivían en paz.
Lo que todos conocían de Anahí era la belleza de su voz, con la que cantaba canciones de amor y alegría. Entonces, llegó el hombre blanco. Trajo la destrucción y la guerra. Los españoles estaban decididos a apoderarse de todo y comenzó la lucha. Emboscados en las orillas del Paraná, los guerreros aborígenes atacaban a los españoles. Anahí conducía a su tribu. Su voz maravillosa cambió las canciones de amor por cantos de guerra. Ella también luchaba como un valiente más. Atrapar a esa mujer india , cuya voz enloquecía de valor a sus guerreros, se volvió importantísimo para los españoles. Y finalmente, en una batalla, lo consiguieron. ¡Anahí había caído prisionera!

Esa noche, después de horas de luchar con sus ataduras Anahí logró soltarse. ¡Estaba libre!. Intentó correr hacia el monte, hacia la libertad. El centinela que la custodiaba la persiguió y cayó sobre ella. El ruido de la lucha había despertado a los demás y entre varios consiguieron atraparla de nuevo. Los españoles no podían aceptar que una débil mujer hubiera sido capaz de escapar sin ayuda. ¡Solamente una bruja podía haber logrado algo así!. Y a las brujas se las quemaba en la hoguera. Anahí fue condenada al fuego.

El día señalado la ataron a un árbol y apilaron leña a su alrededor. Todos los soldados se reunieron para ver el espectáculo. Se encendió la hoguera. Entonces, en lugar de gritar y aterrarse ante el fuego que la cercaba, la valiente princesa empezó a cantar. Los españoles no entendían las palabras, pero no pudieron dejar de sentirse conmovidos ante la dulzura de esa voz. Anahí cantaba a su tierra, a sus guerreros, a sus dioses a todo lo que amaba y conocía y las llamas, en lugar de atrapar su cuerpo, parecían bailar al compás de su melodía. Mudos de asombro, los españoles se dieron cuenta que el fuego nunca quemaría a la princesa india. Rodeando el cuerpo de la mujer, pero sin tocarlo las llamas subían hacia las ramas del árbol. Una extraña magia sucedía ante sus ojos. De pronto, una nube de humo cubrió la escena. Cuando la nube se disipó, la princesa india no estaba allí. Él árbol, transformado, se había cubierto de bellísimas flores rojas y aterciopeladas.

Había nacido la flor del ceibo.

Ahora Anahí era eterna y ya no podrían vencerla jamás. En cada árbol de ceibo, nacía una y mil veces, para siempre, el recuerdo de la princesa india, la más fuerte de su tribu.

Revista Vasos Comunicantes